11 marzo 2013

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS




Junto con el alado rechoncho que revolotea  cada por los aires cada catorce de febrero con sus dardos ponzoñosos, llega también una detestable oleada de cursilería capaz de provocar nauseas hasta en la más fanática lectora de Corín Tellado. Es que la cursilería de San Valentín no conoce límites. Se convierte en una especie de fenómeno colectivo que va infectando hasta a los seres más improbables de una necesidad de demostración exagerada de amor efusivo y telenovelero. Puaaah!! Se me revuelve el estómago de sólo pensarlo.

En esta época del año el amor se expresa de manera casi satánica, manifestándose en sus versiones más demoniacas, para espanto de quienes aún conservamos algo de cordura. Como a los demonios hay que nombrarlos para exorcizarlos, pasemos a nombrar a las expresiones más nefastas del amor cursi que se manifiestan en el día de los enamorados.

Los novios babosos: Todas las mujeres, aún las más cínicas, secretamente añoramos encontrar a un príncipe azul de alma romántica, un hombre sensible, que comprende nuestra esencia, sabe expresar sus sentimientos, aprecia la poesía, las cenas a la luz de las velas y domina algún arte como tocar la guitarra o recitar en francés. Por lo general estos especímenes suelen ser tan escasos como resorts en Iraq. Lastimosamente lo que hay a patada son versiones exageradas de novios que de tan románticos hacen de la cursilería un arte. Ellos son los novios cursis y babosos. Esos que lloran más que vos al final de “The Notebook” y una termina teniendo que consolarlos a ellos. Esos que en sus autos escuchan Luis Miguel a todo volumen cantando con lagrimones en los ojos mientras te miran con cara de bambi degollado. Esos que no pueden dejar de toquetearte, piropearte y besuquearte ab nauseam infinitum. Esos que de tan invasivos y densos parecen chuparte el oxígeno cada vez que respiran. Si ya son exageradamente cursi todos los días del año, imagínense en lo que se convierten en el día de San Valentín. Un guiso de criptonita es más digerible que estos especímenes en San Valentín. ¡Corran por sus vidas!

La invasión de los ositos de peluche: ¿Me pueden explicar qué puede hacer una mujer adulta, inteligente y en sus cabales con un osito de peluche? ¿Alguien me puede explicar a qué tarado se le ocurrió regalarnos animales de peluche con nefastos corazoncitos y cartelitos que dicen “te amo” como muestra de amor? ¿Qué pasó con la clásica y correcta tradición de regalar joyas? Si lo que quieren es demostrarnos amor eterno, ¿por qué nos regalan objetos perecederos (bombones y flores) y otros absolutamente inútiles y ridículos como los nefastos ositos de peluche?

Las besuqueiros a la vista: Otra cursilería intolerable es la necesidad de besuquearse en público como si estuvieran comiéndose sus respectivas lenguas. Porqué no piensan en los prójimos que tenemos que contener las nauseas ante este acto vulgar. ¡Manga de chabacanos! ¿Acaso no les enseñaron sus padres que es de mal gusto comer frente a quien no tiene diente, o en este caso lengua?)

Los apodos idiotas: Cada catorce de febrero agradezco a Dios no ser florista. Imagínense lo detestable que ha de ser esta fecha feliz. Tener que recibir 958.450 pedidos de flores y recibir por dictado todos los apodos más patéticos del planeta y los mensajes más “brillantes” y “originales” posibles y encima tener que contener las  náuseas y la risa. Definitivamente no podría hacerlo sin ahogarme en mi propio vómito. “Mi chuchucita te quiero con el alma, tu pukito.” “Mi diosa, me volvés loco, tu maxichulo”. ¡Tengo que parar o voy a empezar a tener arcadas!

Pasacalles: Francamente me supera ver un anuncio ñembo romántico en un lugar destinado a campañas electorales o avisos de pollada y kermeses. No entiendo que tiene que ver un pasacalle que dice: “Jessi te amo” colgado al lado de uno que dice “Zorro-Zorrete, lista Nº 4” o “Servicio de Dijey 0989343579” o “Día de los enamorados Gran fiesta Show Balneario Chururú - 14 de febrero”. ¡Pero por favoooor! ¡Líbrame Dios de esta grasada!

Los que hablan como bebé: Los pelotudos que se ponen todos caramelosos recitándose versos y tonterías con voz de criatura son quienes para mí se ganan la medalla de oro en lo que respecta a la cursilería. Estos especímenes son los que más me sacan de quicio. No hay nada más polipatético que un adulto poniendo voz de infante. Es tan nefasto como escuchar los sonetos de Neruda recitados por Kiko Súper híper mega absolutamente nauseabundo. “Apupuchúlina mi muñequiiitaaaaa. Coooomo que no te voy a llamar esta nocheee, claro mi pukipuki…. Como me voy a olvidar de mi princesiiitaaaaa. Ñambena mi chiquitita lindaaaa vos co sos mi mami linda, la más hermocha…” Agradezco cada día de mi vida que Dios nunca haya puesto a uno de estos mamarrachos en mi currículo amoroso.

Declaraciones públicas de amor desmedido: Antes la radio era el medio elegido para estas patéticas declaraciones con el popular: “le quiero mandar saludos a mi negrito y decirle que le quiero masiado mucho.” Hoy estas declaraciones son emitidas al ciberespacio en la forma de los poemas más trillados, y los versos más melosos posibles. Un párrafo repleto de cursilería pública enviado a todos los que te conocen y a los que no también, en el cual hacés públicos tus sentimientos más profundos e íntimos. No es anormal recibir un chorizo declaratorio en tus notificaciones que diga algo por el estilo: “Desde que conocí a Eduardo José Mendrisio Alonso mi vida cobró nuevo significado. Agradezco el haberte conocido aquella noche estrellada bajo el sauce llorón y que la luz de la luna me guiara hacia ti porque desde entonces soy la mujer más feliz del planeta y el dulce palpitar de mi corazón late sólo por ti. Etc. Etc. Etc.” Quienes tienen mayor capacidad de síntesis pueden hacerlo en 140 caracteres con un: “Con @Lobito23remacho me pasa algo precioso. Lo amo y me vuelve loca su sonrisa. #Muerodeamor, #Yalodijeya, #Sanvalentinmevuelveloca”

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