30 octubre 2014

LA GRAVEDAD DE LA SITUACIÓN




La primavera ya está haciendo su magnífica entrada, y con ella vemos como la vida se renueva. Los arboles se engalanan de flores y todo parece hermoso, fresco, lleno de vida. ¡Pero sácate! Tenían que pincharnos el globo y decidir celebrar en esta época donde todo está más hermoso que nunca el bendito “día de la juventud”. Entonces ahora una ya no piensa únicamente en que nueva variedad de flores comprar de la Fina Flor, ¡sino como china hacer para rejuvenecer y no parecer tan marchita!

Llega un punto que entre tanta primavera y tanta juventud, una ya se siente como la flor que lleva un par de días en el florero…. aquella flor que fue una vez espléndida y fresca; y hoy sobrevive unos días más al irremediablemente cruel marchitaje gracias a la aspirina que un alma generosa tiró en el agüita.

Y la gravedad del asunto es que tarde o temprano el marchitaje llegará inclemente y ominoso. Y como todo lo que sube tiene que bajar, empezarán las grandes caídas. Las primeras en caer serán las tetas.  Llegará la temida tía Adelaida, la de las tetascaidas. Llegarán las temidas tetas Natgeo (como la de esa indígena massai que sale en la tapa de National Geographic, que nunca conoció un corpiño y tras haber amamantado a una docena de retoños seguramente morirá sin haber conocido a un cirujano plástico que al menos le levante el ánimo).

Luego sucumbirán los glúteos bajo el peso de la gravedad y con él paulatinamente todo el resto del cuerpo. Todo, absolutamente todo empezará a caer. ¡Hasta el pelo! ¡Todas irremediablemente terminaremos como esas viejitas que vemos en la peluquería, batiéndonos la pelusa gris o pelirroja  hasta la inconciencia!

Y si hasta el pelo se nos terminará cayendo…. Obviamente se nos cae también el ánimo con el solo pensar en la lucha que tenemos por delante. 

¡Pero que todo se tenga que caer no quiere decir que tengamos que dejar caer también los brazos! Existen medidas a tomar contra el marchitaje.
Declárenle la guerra al marchitaje y recuerden que hasta su último aliento seguirán luchando y mientras sigan luchando les queda la esperanza de que la batalla aún no está perdida. 

DECÁLOGO CONTRA EL MARCHITAJE
1.       Encuentren a un cirujano y aférrense a él. De seguro que para el “retoquecito” número 27 ya les hará descuento. Para cuando llegues al tercer lifting ya te hará a costo por antigüedad.
2.       Si tu pelo se te cae, nada de dejarlo ir. ¡Pedí Prestado! Siempre habrá una quinceañera virgen de Quyquyo que te venda con gusto su cabellera de promesera para tu alargue o tu relleno.
3.       No finjas demencia. No hay nada peor que una vieja con trauma de adolescente quien cree que porque se vista igual a su hija quinceañera y hable con acento de teresiana de los ochenta (FLU-IDO) la gente no se dará cuenta de que su número de cédula no llega a un millón. ¡Basta de disfrazarse de jovata!
4.       Como disfrazarse de jovata no vale, es hora de que te identifiques con una vieja digna. Pero no una momificada. Buscate una inspiración espléndida como Carolina Herrera, Sofía Loren, Carmen Dell’ Orefice, a quienes la edad les dignifica aún más y uno no deja de pensar que hicieron un pacto con el diablo, o solo sáben más por viejas pero diablas. ¡Aprendan de estas señoras por favor y déjense de imitar a las vedettes con cara de muñeca inflable!
5.       Empotrate en tu propia dignidad. Volvete arrogante y aferrate a tu condición de culí DE CUNA. Que ninguna marginal del banlieu venga a pisotear el parquet de tu mansión de Villa Morra. Aprendete tu árbol genealógico de memoria y  con los nombres compuestos de todos tus ilustres antepasados para que la gente SEPA que podés estar entradita en años, pero que sos abolengosa. Recuerda siempre que el abolengo te transforma inmediatamente de un vejestorio a una antigüedad fina.
6.       Cuidá tu piel. Tomá mucha agua y poco sol y ponete hasta mentolatum como ungüento de belleza si te aseguran que te hará ver más joven.
7.       Que no te venza tu reuma. No hay nada peor que el sedentarismo para agilizar el accionar de la gravedad en tu cuerpo. Caminá, trotá, nadá, corré, zumbá, crosfiteá, yogeá, hacé lo que tengas que hacer para tonificar tu cuerpo y mantenerlo a prueba de marchitaje.
8.       Evitá todas esas cosas que te hacen ver vieja: sacarle foto a tus flores del jardín (y menos aún cometas el pecado capital de subirlas al Facebook o al Instagram), alejá el teléfono de tu cara para poder leer el chat del wassup (genia agrandá la tipografía antes de declararte candidata al bifocal), creer que la moda se congeló en 1980 y seguir sacando de paseo tus jeans de cintura pinzados, acotar a cada rato que “en tu época se usaba tal o cual cosa” (mejor ahorrate el tiempo y publicá una solicitada en clasificados de UH con tu fecha de nacimiento), aprender a tejer y guardar tus ropas de invierno con naftalina (este es sin lugar a dudas el olor a vejez por excelencia).
9.       Encontrá tu aspirinita. Sí, me refiero a esa aspirina que se tira al agua del florero para que la flor se mantenga fresca más tiempo. Todas tenemos una aspirinita. Algo que nos encanta y que nos hace sentir inmediatamente mejor y rejuvenecidas, ya sea hacerte un buen masaje, inscribirte a una clase de yoga o escuchar a todo volumen la música de tu época.
10.   Ahora por último, pero no menos importante, es que nunca descuides tu espíritu de juventud. Sentite joven por dentro, sonreíle a la vida, mantenete haciendo las cosas que te gustan hacer y no le hagas caso a los que te dicen que a tu edad no deberías hacer tal y cual cosa. Exorciza a tu vieja interior y mantené siempre fresca a la jovencita que nunca dejarás de ser. Al fin y al cabo, todo en esta vida es cuestión de actitud.

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